Históricamente, su surgimiento estuvo ligado a la Revolución Industrial y al desarrollo de los sistemas postales en Europa y América, consolidándose como una alternativa económica a las cartas tradicionales. En su primera fase, las postales reflejaban vistas urbanas, monumentos y escenas turísticas, promoviendo el turismo y el intercambio cultural. Sin embargo, su potencial artístico atrajo rápidamente la atención de los artistas de vanguardia que vieron en él un lienzo en miniatura, ideal para poner en circulación nuevas formas de arte.

Durante las primeras décadas del siglo XX, con el auge de movimientos como el dadaísmo y el surrealismo, la postal encontró un lugar especial en estos artistas. Marcel Duchamp y Kurt Schwitters experimentaron con este formato, usándolo como un espacio para romper con las convenciones del arte y la comunicación. La postal permitió la integración del collage, la tipografía experimental y composiciones visuales alternativas, sirviendo como un manifiesto que desafió los límites del arte tradicional. En su materialidad y formato reducido, la postal se convirtió en un acto artístico portátil y accesible, creando una red de conexión entre los artistas y su público a través de sistemas postales.

A mediados del siglo XX, con el Mail Art, la postal se reintegró como medio artístico en una red internacional de artistas que reivindicaban el carácter inclusivo y antiinstitucional del arte. Este movimiento, que floreció entre los años 1960 y 1970, fue fundamental para la democratización del arte, ya que permitió a cualquier individuo, independientemente de su ubicación o formación, participar y expresar su creatividad. Artistas como Ray Johnson y su “New York Correspondence School” promovieron la postal como vehículo para transmitir trabajos conceptuales y colaborativos, fusionando arte y comunicación en un acto de intercambio genuino y espontáneo.

Hoy, en un mundo digitalizado donde el correo electrónico y las redes sociales dominan la comunicación, la postal resurge como un objeto artístico lleno de nostalgia y autenticidad. Su carácter físico y su capacidad de evocación transforman cada ejemplar en un archivo visual que almacena la memoria de tiempos pasados. Su formato tangible y su portabilidad continúan inspirando a artistas contemporáneos que lo ven como una herramienta para explorar temas de memoria, identidad y desplazamiento. La postal, como objeto artístico, desafía la instantaneidad y lo efímero del arte digital, invitando al espectador a hacer una pausa, a una conexión más íntima con la imagen y el mensaje.

En esta exposición se reivindica la postal como un espacio artístico autónomo y, al mismo tiempo, como vínculo entre el remitente y el receptor, un fragmento de papel que ha atravesado territorios, personas y épocas. Cada postal que se expone es un eco de la historia del arte y de las múltiples posibilidades expresivas que habitan en este formato aparentemente modesto, recordándonos que, a veces, las obras más pequeñas pueden contener las historias más vastas.